jueves, 27 de agosto de 2015

Nota de opinión


La realidad que atraviesa la esfera de mi vida cotidiana me lleva a escribir estas líneas. Tengo la constante sensación de división, de una desunión verdaderamente alarmante. ¿Quién está bien y quién está mal? ¿Quién es el bueno y quién el malo? Cada minuto, mejor dicho cada segundo, me convenzo de que ningún integrante de la clase política, de grupos económicos y habitantes en sí mismos encajan en alguna de estas dos categorías. Cada vez se me presenta más clara la idea de que cada uno piensa en su propio interés, dejando de lado cualquier tipo de compasión por el otro y alejándose bastante de aquella solidaridad que planteaba Emile Durkheim. Ya no compartimos metas u objetivos comunes. No somos capaces de mirar más allá de nuestro entorno, de nuestra realidad.

Vivimos en un país con dos relatos, y en ambos siento que nos mienten. Solo recibimos a nuestras pequeñas llaves hacia información (TV, PC, radio, diarios), representaciones recortadas y editadas por un grupo de personas que probablemente tengan que cumplir los caprichos de sus superiores. Y es aquí donde se cruza la noción de libertad de expresión. Es cierto que es un importante y hermoso logro hallarme acá escribiendo estas palabras y es cierto que en Argentina cada uno se puede expresar en favor de lo que considere correcto, pero siempre soportando las agresiones y descalificaciones de la vereda del frente, lo que lleva a no saber quién es el que te está vendiendo el relato más verosímil.

La cancha queda cada vez más chica para quienes intentamos de una u otra manera ejercer un periodismo real, neutral y primordialmente, que busque siempre la verdad, lejos de aquel “periodismo militante”. Escribo estas líneas con la esperanza de nunca perder ni olvidarme del “ABC” del periodismo. Sin embargo, las posiciones están tan marcadas y hay tan poco espacio para los “locos” que queremos hacer las cosas de otra forma, que en el afán de querer formar parte desde el centro de la escena de esta profesión que me apasiona, termine vendiendo lo que hoy considero un valor fundamental no solo en el periodismo, sino en cualquier ámbito de la vida, que es ser fiel a lo que uno cree.

Siendo este un año electoral en nuestro país, mi mente es un vaivén de opiniones. Leo, escucho, me instruyo. A veces le creo más a uno, a veces más a otro y al final termino siempre por exhalar decepcionado un puñado de aire descreyendo en todas las opciones. Nadie se aparta de su relato ni un segundo y pareciera que cada uno vive en distintos países, como si estuviesen hablando de situaciones totalmente ajenas.

Lo que le agrega un aditivo más a este escenario embarrado por palabras bonitas, es el marketing político. La figura del consultor de imagen en la política irrumpió con fuerza en la agenda de los medios y pasó a convertirse, al parecer, en una pieza fundamental de un proyecto político. Una absoluta subestimación a los votantes. Votamos productos que perecen, no ideas políticas, no maneras de construir un país.


A modo de conclusión, considero que en este período de información y signado por una crisis mundial, es vital (y utópico) reformular, más allá de las venideras elecciones en octubre, nuestro sentido nacional y situarse lejos de los intereses de cada una de las partes para poder pensar verdaderamente, y no como dicen los políticos que pasean por los livings de los programas de horario prime time, en un modelo de país que potencie las cosas que están funcionando y revea las cosas que podrían hacerse mejor. 

1 comentario:

  1. Genial Ivan. Concuerdo en todo lo que decis, Hoy parece que estamos debatiendo sobre equipos de futbol y no sobre las politicas que nos podrian dar una mejor calidad de vida. Y por momentos todos caemos en eso y discutimos desde una vereda sin darnos cuenta del mal que nos hacemos al dividirnos.
    Seguí escribiendo ;)
    un admirador secreto jaja

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