La realidad que atraviesa la esfera de mi vida cotidiana me
lleva a escribir estas líneas. Tengo la constante sensación de división, de una
desunión verdaderamente alarmante. ¿Quién está bien y quién está mal? ¿Quién es
el bueno y quién el malo? Cada minuto, mejor dicho cada segundo, me convenzo de
que ningún integrante de la clase política, de grupos económicos y habitantes
en sí mismos encajan en alguna de estas dos categorías. Cada vez se me presenta
más clara la idea de que cada uno piensa en su propio interés, dejando de lado
cualquier tipo de compasión por el otro y alejándose bastante de aquella
solidaridad que planteaba Emile Durkheim. Ya no compartimos metas u objetivos
comunes. No somos capaces de mirar más allá de nuestro entorno, de nuestra
realidad.
La cancha queda cada vez más chica para quienes intentamos
de una u otra manera ejercer un periodismo real, neutral y primordialmente, que busque siempre la verdad, lejos de aquel “periodismo militante”. Escribo estas líneas
con la esperanza de nunca perder ni olvidarme del “ABC” del periodismo. Sin embargo,
las posiciones están tan marcadas y hay tan poco espacio para los “locos” que
queremos hacer las cosas de otra forma, que en el afán de querer formar parte desde
el centro de la escena de esta profesión que me apasiona, termine vendiendo lo
que hoy considero un valor fundamental no solo en el periodismo, sino en
cualquier ámbito de la vida, que es ser fiel a lo que uno cree.
Siendo este un año electoral en nuestro país, mi mente es un
vaivén de opiniones. Leo, escucho, me instruyo. A veces le creo más a uno, a
veces más a otro y al final termino siempre por exhalar decepcionado un puñado
de aire descreyendo en todas las opciones. Nadie se aparta de su relato ni un
segundo y pareciera que cada uno vive en distintos países, como si estuviesen hablando
de situaciones totalmente ajenas.
Lo que le agrega un aditivo más a este escenario embarrado
por palabras bonitas, es el marketing político. La figura del consultor de imagen
en la política irrumpió con fuerza en la agenda de los medios y pasó a
convertirse, al parecer, en una pieza fundamental de un proyecto político. Una
absoluta subestimación a los votantes. Votamos productos que perecen, no ideas
políticas, no maneras de construir un país.
A modo de conclusión, considero que en este período de información
y signado por una crisis mundial, es vital (y utópico) reformular, más allá de
las venideras elecciones en octubre, nuestro sentido nacional y situarse lejos
de los intereses de cada una de las partes para poder pensar verdaderamente, y
no como dicen los políticos que pasean por los livings de los programas de
horario prime time, en un modelo de país que potencie las cosas que están
funcionando y revea las cosas que podrían hacerse mejor.
Genial Ivan. Concuerdo en todo lo que decis, Hoy parece que estamos debatiendo sobre equipos de futbol y no sobre las politicas que nos podrian dar una mejor calidad de vida. Y por momentos todos caemos en eso y discutimos desde una vereda sin darnos cuenta del mal que nos hacemos al dividirnos.
ResponderBorrarSeguí escribiendo ;)
un admirador secreto jaja