Bienvenidos al siglo XXI y a la era digital nos diría nuestro Ministro
de Comunicaciones Oscar Aguad. Pero la realidad es que ya hace tiempo
respiramos globalización, interconexión y un seguimiento minuto a minuto de
cualquier aspecto de la vida cotidiana del máximo don nadie de este planeta.
¿En qué aspecto alteró esto a la política y a sus protagonistas?
Para empezar, es interesante remarcar las nuevas maneras de informar. Por nombrar algunas tenemos a Tuiter, Facebook, los blogs personales y de una manera más iconográfica, Instagram. En todas ellas, la política ha ido cavando lentamente en los tejidos más profundos y convirtiéndose en la manera más fiel de validar cualquier comentario, sea verdadero o no.
Este último punto nos lleva a analizar los pros y contras de este viejo
nuevo fenómeno. La instantaneidad y masividad de los contenidos es sin duda uno
de los puntos más sobresalientes y positivos. Sin embargo, este aspecto es
también la generadora del mayor de los problemas que tiene la plataforma: Basto
contenido de información con procedencia dudosa, en la cual resulta casi una
odisea chequear las fuentes y por consiguiente, su veracidad.
De esta manera, el micromundo de las redes sociales se convirtió en una
accesible y poderosa arma para cualquier ciudadano con acceso a internet, y los
políticos no están exentos de las bondades y problemas que nos brinda la red.
La era digital y multimedia, en el mundo de la política, acentuó un
fenómeno que fundó Carlos M*nem en los 90's. La creación de una imagen
mediática que derrocha carisma y elegancia pero a la vez humildad y cercanía.
Una imagen en el que el sentido del humor y por momentos el ridículo, son más
importantes que propuestas o ideología.
Si un personaje de la política no está online, no existe. Su popularidad
está medida por el número de seguidores o por el rating que produce. Los políticos se convirtieron en mercancía para
los partidos políticos y no al revés como solía ser. Basta con ver al
radicalismo, el partido GEN y la Coalición Cívica peleándose por un Martín
Lousteau que acababa de obtener 49% de los votos en las elecciones de CABA en
2015.
La estrategia consiste en crear un relato, ordenar la agenda mediática y
desfilar por la mayor cantidad de programas, diarios y revistas posibles para
repetir el discurso hasta el hartazgo y penetrar en el inconsciente colectivo
de la gente. Resulta una ciencia el qué
decir y cómo decirlo y en este
sentido, cobra una esencial importa el asesor de imagen a los que recurren los
funcionarios. Ejemplos hay muchos: Duran Barba con Macri, Sergio Bendixen con
Massa, Dick Morris con De la Rúa o Duda Mendonca con el riojano más famoso.
Todos con un objetivo claro y marcado el cuál los invitamos a investigar por
ustedes mismos para comprobar que todos se ciñen a una o dos ideas y dicen lo
que el pueblo quiere escuchar sin profundizar demasiado.
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